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La concejalía de cooperación al desarrollo

3. Una política estratégica, integral y coherente

En un inicio, la cooperación municipal a menudo respondía a voluntades individuales y era reactiva y poco reflexiva, basada en una suma de proyectos sin intención y desconectada del resto de las áreas municipales. No se tenía una visión clara sobre dónde se quería llegar ni cómo, hecho que lógicamente restaba eficacia, eficiencia e impacto. También restaba credibilidad y podía provocar cierto malestar entre la ciudadanía si se apoyaba a unas iniciativas y no a otras con criterios poco claros y transparentes.

Con el tiempo se ha ido consolidando la dimensión estratégica de las políticas de cooperación de los municipios. Han visto la importancia de actuar hacia unos objetivos concretos y de dotarse de una estrategia clara y coherente para lograrlos, alineada con la visión estratégica de ciudad, a medio y largo plazo, y que tenga en cuenta la especificidad del territorio, la proximidad con la ciudadanía y los agentes locales, y la realidad de allí donde se quiere cooperar.

Por eso cada vez más municipios emprenden procesos participativos de planificación estratégica y elaboran sus planes directores de cooperación. Estos documentos suelen tener una vigencia que a menudo coincide con una legislatura, pero pueden alcanzar hasta seis años.



Toda política hay que planificarla para que sea estratégica, integral y coherente.

En la definición de una política pública de cooperación no se pueden dar soluciones universales, aplicables a todos los municipios. La situación de cada ayuntamiento es singular y hay que tener presente que se ha generado a partir de un determinado equilibrio de fuerzas políticas y sociales, de una historia específica y de una experiencia particular en materia de cooperación (como la existencia o no de hermanamientos, la presencia de ciertos tipos de entidades y de ONGD, los mecanismos existentes de participación y concertación, etc.).

Condiciones y pautas para los procesos de planificación estratégica

Estos procesos de planificación estratégica suelen tener una duración de entre seis y nueve meses y para obtener buenos resultados hay que tener en cuenta las condiciones y pautas siguientes:

  • Decisión e impulso político para sacar adelante el proceso.
  • Liderazgo del ayuntamiento.
  • Visibilidad e información a la ciudadanía.
  • Diagnosticar bien la realidad local, identificar potencialidades, pericias y oportunidades, así como debilidades y amenazas.
  • Reflexionar sobre el modelo de ciudad que se pretende impulsar, siguiendo el plan de gobierno y otros planes y compromisos adquiridos por el ayuntamiento.
  • Hacer partícipe a la ciudadanía organizada y los diferentes departamentos del consistorio mediante la reflexión y el debate conjunto, y recoger la situación de los agentes de cooperación y la opinión de la sociedad civil, los partidos políticos y otros agentes locales del municipio.
  • Realizar un ejercicio de prospectiva y definir la visión de futuro que se quiere lograr (en 5, 10 o 20 años).
  • Identificar los objetivos y las prioridades para el periodo que alcanzará el plan.
  • Seleccionar líneas de trabajo, programas, servicios y actividades adecuados a los objetivos que se quieren lograr.
  • Asignar recursos suficientes, tanto financieros (0,7%) como técnicos y de otros tipos necesarios para su despliegue, que se pueden distribuir por líneas de trabajo, modalidades, programas y actividades.
  • Determinar el tipo de relaciones (horizontalidad y reciprocidad) con los socios y entre los diferentes agentes implicados.
  • Especificar las fórmulas para articular la participación ciudadana y de los agentes locales.
  • Establecer colaboraciones y redes de trabajo con los agentes, tanto del territorio como de ámbito supramunicipal y otros países.
  • Concretar el proceso de integración coherente de todas las políticas y de asunción de responsabilidades compartidas dentro del ayuntamiento para responder a los retos globales.
  • Definir las condiciones generales de ejecución, seguimiento y evaluación del plan.
  • Determinar una estrategia de comunicación, transparencia y rendición de cuentas de la política.

Para saber más, se pueden consultar las siguientes guías de la colección “Planificación estratégica de la política local de cooperación al desarrollo”, elaboradas por la Oficina de Cooperación al Desarrollo de la Diputación de Barcelona:





Resumen del proceso de elaboración de un plan municipal de cooperación al desarrollo

Si finalmente el plan director o las orientaciones estratégicas de cooperación se convierten en un documento resultado de un proceso participativo interno y externo del consistorio, que recoge un consenso general y el sentir de las diferentes partes y de las fuerzas políticas que han intervenido, es conveniente que este sea validado y aprobado por el pleno del ayuntamiento. De este modo se dotará de legitimidad y quedarán garantizados un compromiso firme y los recursos financieros y técnicos necesarios para su consecución.

Para saber más

Para saber cómo avanzar hacia una definición estratégica que permita a la cooperación descentralizada abordar los retos de un contexto complejo, se puede consultar la Guía de cooperación descentralizada para cargos electos, de la Oficina de Cooperación al Desarrollo (2020).